Los egregores son acumulaciones de sustancia psíquica, creada por la Humanidad por sus correctos o incorrectos métodos de vida. Es decir, el hombre es esencialmente un creador, que está creando en múltiples direcciones, y en varios niveles de actividad; teniendo en cuenta que el hombre posee un cuerpo físico, un vehículo etérico, un cuerpo emocional o psíquico, una mente razonadora y otros tres cuerpos que desconocemos por su propia sutilidad. Por lo tanto, todo cuanto veamos a través de los egregores, es una pequeña parte de las construcciones o estructuraciones humanas en los mundos invisibles, aquello que no vemos. Esta abstracción tiene una base plena y completamente objetiva; si la persona piensa correctamente, creará acumulaciones de sustancia emocional, mental, etérica o física-densa de alta vibración. Si la persona tiende por sus métodos erróneos de vida, a actuar, pensar, sentir erróneamente, contra la ley natural, [como técnicamente se dice], veremos que por el contrario, está afeando y negativizando su entorno. Cuando entramos en cualquier lugar y decimos que hay un mal ambiente, o un buen ambiente ¿por qué lo decimos?, aparte de que pueda haber una pequeña disquisición de tipo psicológico, o que la persona sea extremadamente sensible, pero todos nosotros, estoy seguro, nos hemos encontrado con ambientes que nos han parecido aceptables, y otros rechazables, entonces, ¿por qué existe este freno, esta barrera desconocida? ¿no puede existir algo objetivo que cause este ambiente?, y si existe esta cosa ¿qué será o cuál será la naturaleza de esta cosa?.
Bien, algunos de los elementales creados por el hombre, son ciertas formas psíquicas condensadas por un sistema muy laborioso de reacción del espacio. ¿Qué entendemos por reacción del espacio? El espacio, se nos dice esotéricamente que es una entidad, y naturalmente, cuando decimos que el espacio es una entidad, estamos diciendo algo que quizá pueda parecer chocante, quizá será hasta un poco difícil de comprender, pero si se acepta que hay una potencia mental que puede ponerse en contacto con otra persona, que recibe estas impresiones, cuando una persona normal de carne y hueso, puede comunicarse con otra mentalmente o con personas muertas o seres no humanos cual mediums, ¿por qué no aceptar que existe una forma desconocida de existencia que nos está condicionando, pero que es una condición creada por la propia Humanidad?.
Se dice habitualmente que “el hombre tiene lo que se merece”, y es verdad, y “que quien siembra odios recoge tempestades” como decía Cristo, o “el que a hierro mata a hierro muere”, entonces si pensamos mal tendremos malos egregores, y si pensamos bien tendremos buenos egregores. Se trata de verificar una purificación, si podemos decirlo así, de nuestros estados habituales de conciencia. Si logramos hacerlo, tendremos entidades parecidas a éstas que son las que crean los buenos ambientes.
Durante nuestra capacidad de meditación, es decir, si estamos en una situación mental de expectación, de serenidad, podremos eliminarlas selectiva y progresivamente. Estas formas elementales, estos egregores, formados por la voluntad consciente o inconsciente del hombre, son esotéricamente llamamos energías individualizadas o devas o ángeles, si se prefiere conceptuarlos de esta manera.
Los que han estudiado esoterismo sabrán que la frase esotérica más importante, de la que surge todo el conocimiento, se cifra en: “La energía sigue al pensamiento”, siendo la energía del pensamiento una reacción del espacio. El hombre al pensar emite radiaciones eléctricas, estas reacciones eléctricas encuentran una resistencia en el espacio, fruto de esta resistencia es una acumulación de energía, o si se prefiere, una substanciación de energía, y después esta va tomando una forma, la forma del propio pensamiento, de la intención. Por ejemplo, la forma de la pereza es un estado de conciencia, solamente de presentirla uno se duerme y es contagiosa, es verdad, es algo que es consustancial precisamente con otros estados de conciencia. Otro ejemplo, La ira, el aura de una persona sujeta a la ira, es tremendamente desagradable, por los rayos de fuego que surgen de su aura. En aquel momento la mente no razona, razona el egregor, ¡cuidado!. Cuando razona el egregor o esta forma dévica, y la persona no razona, sabremos que el egregor tomará el sitio de la persona y utiliza a la persona como médium ¡y cuántos no son médiums en esta vida, sin darse cuenta!?. Lo son porque a través de sus sucesivos estados de conciencia están acumulando energía, y están creando egregores, están creando formas psíquicas dotadas de conciencia, una conciencia que no quiere desaparecer, quiere mantener su emporio, y entonces hay una lucha tremenda entre el bien y el mal como estados de conciencia. Al fin y al cabo, ¿qué es el bien y el mal?. El bien y el mal son únicamente conceptos de nuestra mente, porque no estamos capacitados todavía para distinguir el bien del mal, al menos desde un ángulo puramente esotérico. Solamente registramos cosas que nos gustan y que son buenas, y cosas que no nos gustan porque son malas. Y la balanza se inclina hacia las buenas o hacia las malas, depende de la operación de este equilibrio entre los pares de opuestos en la vida.
“¿Cómo luchar contra el mal?”. Esta pregunta la hizo un discípulo en el Ashrama de un Maestro, y el Maestro le dijo textualmente: “¡No luches contra el mal!, solo debes crear mas bien en ti”. Porque la lucha es afianzar a los egregores malos. Es decir, si nosotros tenemos ira, hay que buscar la paciencia, que es contraria a la ira, por tanto, ¿Por qué hay que buscar la paciencia?, si la persona se contempla en ira con la mente analítica lo encontrará tan desagradable que sin pasar por la lucha puede desvanecer algunos de estos egregores o ayudar a destruir estos egregores. Es decir, hay que volver a las antiguas máximas del Dios Buda: “El hombre perfecto es perfecto porque no lucha”, ¿para qué luchar?. La lucha engendra nuevos egregores, porque éstos no se resisten a morir, porque tienen un centro de conciencia dévica, y todo cuanto es la Humanidad en el presente, es el resultado de la suma y resta de egregores buenos y malos.
Todo esto es diferente al Karma, no hablemos del Karma como una entidad aparte del hombre o de la propia Humanidad. Hablemos de la justicia de los actos, a los cuales nosotros nos hemos hecho acreedores. Porque la justicia [la balanza de Osiris como técnicamente se dice] es aquel momento cumbre en el cual el Bien y el Mal se hallan en equilibrio dentro del corazón del hombre. O cuando existe el mal que pesa sobre la vida del hombre, entonces el Karma es malo, o cuando hay algo más de Karma bueno que malo, entonces tenemos buen Karma. Pero desde el ángulo esotérico el buen Karma y el mal Karma son Karma. Son desde el punto de vista humano una propia creación del hombre.
Otra de las cosas que podemos descubrir también es el poder de los buenos egregores creados por los rituales efectuados por las iglesias, por las escuelas esotéricas, o las sociedades secretas espirituales, tratando de conectar el alma del hombre con el espíritu divino. Pues Si, precisamente las iglesias han tenido la virtud de perpetuarse a través de las edades, prescindiendo en este caso de las iniquidades que han sido cometidas en nombre de Dios bajo su yugo, pero viendo sólo el aspecto mágico de la cuestión, veremos que los ritos, las ceremonias y la liturgia en su totalidad, han creado los egregores que están manteniendo las iglesias del mundo, con o sin amor.
Nuestra logia debe participar trabajando también activamente para crear egregores de liberación, tales como los que surgen de una meditación esotérica, que ayuden al hermano, en virtud de una asiduidad, de un hábito establecido de contacto con su Yo Superior, crear un egregor positivo que le ayude en sus meditaciones, incluso este sentirá la llamada de este egregor, al cual él ha dado vida, y que por decirlo así, lo está alimentando con sus buenos pensamientos de liberación. El día en que la persona comprenda que lo que dirige el ritmo de su evolución, es su propio ser, su modo de pensar, de sentir y de actuar; y que no son ni los gobiernos, ni las iglesias, ni los partidos, ni nada de esto; sino que todo radica en su modo certero, profundo de enfrentar la vida, entonces solo así tendremos buenas sociedades.
Si el egregor del amor que predicó Cristo estuviese aquí, sería otra la dirección espiritual del mundo en los momentos actuales. Pero es que no tenemos el egregor del amor creado, sino que hemos creado la mistificación, a fuerza de intelecto, a fuerza de hablar del amor, hemos creado en el mundo mental una idea del amor que no es el amor. Como todos tenemos dentro del corazón y en nuestra mente una idea falsa de Dios, porque lo que hemos creado es un falso egregor, y este falso egregor es el que dirige toda la corriente de la vida actual, perdiendo toda noción de que somos hechos a semejanza de dios, es decir, somos Él, y El se manifiesta a través de nosotros.
Solamente hay que barrer muchas cosas y estas cosas que hay que barrer son las que condicionan la conducta, son las que impiden que razonemos con luz verdadera y visión creadora. Son las que impiden desarrollar estados positivos de conciencia. Es decir, nos falta vida, nos falta amor, nos falta creatividad, y en este sentido todos somos responsables del malestar en el mundo. Somos responsables de estos egregores. Démonos cuenta que en el momento presente todavía existen egregores que fueron segregados por los estados de conciencia de la raza Lemur, que aun existen en el mundo psíquico egregores creados por los atlantes, las razas que nos precedieron en la historia del mundo. Y que existen frías fuerzas dentro del espacio mental, fuerzas egregóricas como éstas o como otras, porque la mente como no tiene la capacidad de síntesis ya no distingue nada, no distingue el bien del mal y, por lo tanto, no puede establecer un recto equilibrio, un recto razonamiento o un frío discernimiento, amparado por el amor de Dios.
Fuente: Carlos Cáceres Luque
Bien, algunos de los elementales creados por el hombre, son ciertas formas psíquicas condensadas por un sistema muy laborioso de reacción del espacio. ¿Qué entendemos por reacción del espacio? El espacio, se nos dice esotéricamente que es una entidad, y naturalmente, cuando decimos que el espacio es una entidad, estamos diciendo algo que quizá pueda parecer chocante, quizá será hasta un poco difícil de comprender, pero si se acepta que hay una potencia mental que puede ponerse en contacto con otra persona, que recibe estas impresiones, cuando una persona normal de carne y hueso, puede comunicarse con otra mentalmente o con personas muertas o seres no humanos cual mediums, ¿por qué no aceptar que existe una forma desconocida de existencia que nos está condicionando, pero que es una condición creada por la propia Humanidad?.
Se dice habitualmente que “el hombre tiene lo que se merece”, y es verdad, y “que quien siembra odios recoge tempestades” como decía Cristo, o “el que a hierro mata a hierro muere”, entonces si pensamos mal tendremos malos egregores, y si pensamos bien tendremos buenos egregores. Se trata de verificar una purificación, si podemos decirlo así, de nuestros estados habituales de conciencia. Si logramos hacerlo, tendremos entidades parecidas a éstas que son las que crean los buenos ambientes.
Durante nuestra capacidad de meditación, es decir, si estamos en una situación mental de expectación, de serenidad, podremos eliminarlas selectiva y progresivamente. Estas formas elementales, estos egregores, formados por la voluntad consciente o inconsciente del hombre, son esotéricamente llamamos energías individualizadas o devas o ángeles, si se prefiere conceptuarlos de esta manera.
Los que han estudiado esoterismo sabrán que la frase esotérica más importante, de la que surge todo el conocimiento, se cifra en: “La energía sigue al pensamiento”, siendo la energía del pensamiento una reacción del espacio. El hombre al pensar emite radiaciones eléctricas, estas reacciones eléctricas encuentran una resistencia en el espacio, fruto de esta resistencia es una acumulación de energía, o si se prefiere, una substanciación de energía, y después esta va tomando una forma, la forma del propio pensamiento, de la intención. Por ejemplo, la forma de la pereza es un estado de conciencia, solamente de presentirla uno se duerme y es contagiosa, es verdad, es algo que es consustancial precisamente con otros estados de conciencia. Otro ejemplo, La ira, el aura de una persona sujeta a la ira, es tremendamente desagradable, por los rayos de fuego que surgen de su aura. En aquel momento la mente no razona, razona el egregor, ¡cuidado!. Cuando razona el egregor o esta forma dévica, y la persona no razona, sabremos que el egregor tomará el sitio de la persona y utiliza a la persona como médium ¡y cuántos no son médiums en esta vida, sin darse cuenta!?. Lo son porque a través de sus sucesivos estados de conciencia están acumulando energía, y están creando egregores, están creando formas psíquicas dotadas de conciencia, una conciencia que no quiere desaparecer, quiere mantener su emporio, y entonces hay una lucha tremenda entre el bien y el mal como estados de conciencia. Al fin y al cabo, ¿qué es el bien y el mal?. El bien y el mal son únicamente conceptos de nuestra mente, porque no estamos capacitados todavía para distinguir el bien del mal, al menos desde un ángulo puramente esotérico. Solamente registramos cosas que nos gustan y que son buenas, y cosas que no nos gustan porque son malas. Y la balanza se inclina hacia las buenas o hacia las malas, depende de la operación de este equilibrio entre los pares de opuestos en la vida.
“¿Cómo luchar contra el mal?”. Esta pregunta la hizo un discípulo en el Ashrama de un Maestro, y el Maestro le dijo textualmente: “¡No luches contra el mal!, solo debes crear mas bien en ti”. Porque la lucha es afianzar a los egregores malos. Es decir, si nosotros tenemos ira, hay que buscar la paciencia, que es contraria a la ira, por tanto, ¿Por qué hay que buscar la paciencia?, si la persona se contempla en ira con la mente analítica lo encontrará tan desagradable que sin pasar por la lucha puede desvanecer algunos de estos egregores o ayudar a destruir estos egregores. Es decir, hay que volver a las antiguas máximas del Dios Buda: “El hombre perfecto es perfecto porque no lucha”, ¿para qué luchar?. La lucha engendra nuevos egregores, porque éstos no se resisten a morir, porque tienen un centro de conciencia dévica, y todo cuanto es la Humanidad en el presente, es el resultado de la suma y resta de egregores buenos y malos.
Todo esto es diferente al Karma, no hablemos del Karma como una entidad aparte del hombre o de la propia Humanidad. Hablemos de la justicia de los actos, a los cuales nosotros nos hemos hecho acreedores. Porque la justicia [la balanza de Osiris como técnicamente se dice] es aquel momento cumbre en el cual el Bien y el Mal se hallan en equilibrio dentro del corazón del hombre. O cuando existe el mal que pesa sobre la vida del hombre, entonces el Karma es malo, o cuando hay algo más de Karma bueno que malo, entonces tenemos buen Karma. Pero desde el ángulo esotérico el buen Karma y el mal Karma son Karma. Son desde el punto de vista humano una propia creación del hombre.
Otra de las cosas que podemos descubrir también es el poder de los buenos egregores creados por los rituales efectuados por las iglesias, por las escuelas esotéricas, o las sociedades secretas espirituales, tratando de conectar el alma del hombre con el espíritu divino. Pues Si, precisamente las iglesias han tenido la virtud de perpetuarse a través de las edades, prescindiendo en este caso de las iniquidades que han sido cometidas en nombre de Dios bajo su yugo, pero viendo sólo el aspecto mágico de la cuestión, veremos que los ritos, las ceremonias y la liturgia en su totalidad, han creado los egregores que están manteniendo las iglesias del mundo, con o sin amor.
Nuestra logia debe participar trabajando también activamente para crear egregores de liberación, tales como los que surgen de una meditación esotérica, que ayuden al hermano, en virtud de una asiduidad, de un hábito establecido de contacto con su Yo Superior, crear un egregor positivo que le ayude en sus meditaciones, incluso este sentirá la llamada de este egregor, al cual él ha dado vida, y que por decirlo así, lo está alimentando con sus buenos pensamientos de liberación. El día en que la persona comprenda que lo que dirige el ritmo de su evolución, es su propio ser, su modo de pensar, de sentir y de actuar; y que no son ni los gobiernos, ni las iglesias, ni los partidos, ni nada de esto; sino que todo radica en su modo certero, profundo de enfrentar la vida, entonces solo así tendremos buenas sociedades.
Si el egregor del amor que predicó Cristo estuviese aquí, sería otra la dirección espiritual del mundo en los momentos actuales. Pero es que no tenemos el egregor del amor creado, sino que hemos creado la mistificación, a fuerza de intelecto, a fuerza de hablar del amor, hemos creado en el mundo mental una idea del amor que no es el amor. Como todos tenemos dentro del corazón y en nuestra mente una idea falsa de Dios, porque lo que hemos creado es un falso egregor, y este falso egregor es el que dirige toda la corriente de la vida actual, perdiendo toda noción de que somos hechos a semejanza de dios, es decir, somos Él, y El se manifiesta a través de nosotros.
Solamente hay que barrer muchas cosas y estas cosas que hay que barrer son las que condicionan la conducta, son las que impiden que razonemos con luz verdadera y visión creadora. Son las que impiden desarrollar estados positivos de conciencia. Es decir, nos falta vida, nos falta amor, nos falta creatividad, y en este sentido todos somos responsables del malestar en el mundo. Somos responsables de estos egregores. Démonos cuenta que en el momento presente todavía existen egregores que fueron segregados por los estados de conciencia de la raza Lemur, que aun existen en el mundo psíquico egregores creados por los atlantes, las razas que nos precedieron en la historia del mundo. Y que existen frías fuerzas dentro del espacio mental, fuerzas egregóricas como éstas o como otras, porque la mente como no tiene la capacidad de síntesis ya no distingue nada, no distingue el bien del mal y, por lo tanto, no puede establecer un recto equilibrio, un recto razonamiento o un frío discernimiento, amparado por el amor de Dios.
Fuente: Carlos Cáceres Luque
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