viernes, 31 de mayo de 2013

¿Qué es la dependencia emocional?

En cualquier relación de pareja se da una cierta dependencia. En cualquier relación adulta de padres e hijos o entre amigos también existe alguna dependencia. En toda relación humana, la dependencia es parte intrínseca de la convivencia, especialmente para mantener el vínculo unido. Por lo tanto, la dependencia, en sí, no es mala, sino deseable. Sin embargo la dependencia puede convertirse en un serio problema cuando una de las dos partes necesita recibir continuamente por parte del otro manifestaciones de afecto, actitudes de apoyo o cualquier demostración que satisfaga y afirme la personalidad o contribuya notablemente al equilibrio individual. Es lo que llamamos dependencia emocional.

Contrariamente a este trastorno, está la excesiva independencia o independentismo, que también ocasiona serios problemas en una relación. Pero mientras la independencia tiene un factor de alta seguridad emocional, la dependencia emocional conlleva la dejación de la voluntad —o parte de ella— hacia otra persona y una débil fortaleza emocional. La diferencia entre una ‘dependencia normal’ en una relación de pareja y una ‘dependencia patológica’, es más una cuestión de cantidad que de calidad; es decir, a todos nos gusta estar con nuestra pareja o nuestro mejor amigo, pero el dependiente necesita estar constantemente con ella, incluso estar permanentemente en la mente de la otra persona llegando a rozar la obsesión. Es en este estado cuando podemos entender cómo se puede dar el maltrato psicológico o físico de una parte de la pareja sobre la otra, hasta el punto que el agredido o la agredida no quiera denunciar a la otra parte porque en realidad está atrapada por una dependencia emocional que se ha ido construyendo a través de los años.

Es evidente que a todos nos gusta tener a nuestra pareja para nosotros, que esté en nuestra mente y que sea lo primero; pero el dependiente emocional quiere al otro miembro en exclusividad, sintiéndose celoso de otras personas. Es una obcecación enfermiza que llega a suponer que el otro es una propiedad privada y que por derecho propio ha de estar a disposición absoluta, ya sea física o afectiva.

En el caso de que una parte de la pareja deja a la otra parte, es lógico sentirse mal y desubicado; pero el dependiente emocional busca rápidamente encontrar otra persona, para así satisfacer su necesidad de dependencia. Y poco a poco su vida se convierte en un círculo vicioso, donde necesita depender de alguien para ser feliz y sentirse lleno, siendo un espejismo de sus propias carencias afectivas.

Como trastorno de la personalidad, el dependiente emocional siente pánico o un estado mental muy temido por el vacío que supone no tener ni sentir a la otra persona a su lado. Por esta razón, el dependiente emocional busca en el otro individuo la validez que él no tiene, deseando así sentirse seguro y completar sus propias ausencias afectivas y de confianza. Evidentemente, los denominados ‘dependientes emocionales’ pueden ser personas perfectamente competentes a la hora de enfrentarse a las responsabilidades del mundo adulto, pero se apoyan en el otro para conseguir realizarlas con seguridad. El dependiente necesita de otra persona para sentirse autoeficaz. Ello no significa que el otro haga las cosas en lugar del dependiente —porque el dependiente sabe hacerlas por sí mismo—, lo que sucede es que el dependiente necesita del otro para ‘conectarse’ con su autoeficacia, pareciendo incluso una persona de gran autonomía y de gran seguridad.

La persona que sufre dependencia emocional vive convencida de su poca valía personal debido a un proceso de invalidación sufrido anteriormente y que impide una regulación emocional propia. Ella se dice a sí misma: ‘como que yo no valgo lo suficiente, necesito a una persona a mi lado; entonces me valoraré ya que supuestamente esta persona está a mi lado porque yo soy valiosa’. Claro está, la persona afectada por la dependencia no es consciente y por ello le es imposible cambiar de actitud. Bajo esta creencia de poca valía personal ha aprendido a buscar en otra persona una fuente de seguridad: esa persona que le regula emocionalmente; es decir, que le hace sentirse bien aunque sea a corto plazo.

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